Elena FERNÁNDEZ-PELLO El periodista Màxim Huerta visitó ayer por segunda vez la Feria del Libro, Libroviedo. La antepuso, dijo, a la de Valencia, su tierra, que también se celebra estos días. La primera ocasión en la que acudió al certamen ovetense fue hace dos años, con su novela «El susurro de la caracola». Ayer regresó con «Una tienda en París» e intentando convencer a la gente de que «la vida puede tener otro color, mucho más fuerte». «Todos vivimos dos vidas, la que nos toca vivir y la que nos gustaría, y en el miedo a pasar de una a otra nos perdemos un montón de cosas», hizo ver a sus lectores, reunidos en Trascorrales.

«Una tienda en París», explicó el presentador de televisión, no es un libro para mujeres, aunque sus dos protagonistas sean femeninas, ni mucho menos de autoayuda, aunque pueda resultar revelador para algunas personas. Ésta es su tercera novela y el escritor reconoció que su mayor deseo es dedicarse por entero a la literatura, donde ejerce enteramente el control sin las esclavitudes de la televisión.

Huerta llegó puntual, con gabardina y un jersey que, según confesó luego, había elegido por una cuestión de fetichismo. Antes pasó por Gascona, para envalentonarse con una botella de sidra. Ante los nervios de una presentación suele entonarse con un gin-tonic, pero en este caso optó por la bebida local.

Una hora antes habían pasado por Trascorrales Pepe Colubi y Javier Coronas, para hablar, entre amigos y bromas, del libro en el que el primero recopila información y anécdotas sobre el programa de televisión «Ilustres ignorantes». «Yo no tengo ninguna vocación de escritor», aseguró el escritor asturiano. «Lo primero que escribí», dijo respondiendo a Coronas, «fue tonto el que lo lea, en una pared».

Por la mañana, la compañía teatral «Ambages» ofreció un espectáculo basado en el libro «Política sesions» de Miguel Velayos.