TARÁNTULA. Revista cultural. Lecciones de orfandad, Miguel Velayos
Hay libros que respiran en un cielo muy alto. Algo asà como libros de un azul que sólo se encuentra en las cumbres. En la orfandad y en el dolor hace frÃo. El aire casi no se deja meter en los pulmones de tan puro y la luz puede arrebatarnos los matices. Pero Miguel Velayos es un experimentado montañero, asà que no tiene prisa. Sabe que el don sólo existe en la entrega, en la mano abierta de un modo tan terriblemente generoso que admita su propio aniquilamiento. Donde otros hablan de sà mismos, Velayos habla de lo que ha aprendido, de las palabras que el dolor ha ido cincelando en lo que ya es abismo.
…La memoria es un niño que tiende a la intemperie
porque de ella ha venido a través del fracaso. Frente al olvido tú,
frente a la muerte tú, inmensa disciplina de escribir,
albergue siempre abierto para un niño…
Lo difÃcil es saber retirarse y permanecer al mismo tiempo para poder dar cuenta de lo que nos traspasa. No es la carne lo que importa, sino la herida anterior a ella. Allà se encuentra el verdadero aprendizaje del dolor. De otro modo, a lo sumo, realizamos interminables inventarios de sÃntomas que no pueden arrojar más luz que la de un yo hipertrofiado que se queja en diferentes formas métricas de sus inadmisibles derrotas. Hacen falta la generosidad y la honestidad altas de un poeta como Miguel Velayos para habitar el mediodÃa
La experiencia directa del dolor
se avino con nosotros después de cierta edad,
trayendo por su inercia una oscura nostalgia
del cuerpo que se fue…
El dolor es asÃ, una casa vacÃa de acogida
que sólo tu silencio llenará, que solo con tu noche
sabrá buscar la fe, al menos, un secreto
de alguna identidad que también
eres tú.
No se puede volver.
El dolor está en ti, sumido entre las aguas
de tu vida, pujando por llevarte a la corriente.
Forma parte de ti, respira con tu aire,
Incluso se adjudica las horas que conforman
tu alegrÃa… No quieras golpearlo, ni alejarlo de ti,
ni repudiar su rostro entre tu piel, ni gritarle al oÃdo
su soledad de huérfano, esa vida eres tú, esa noche
que afila los cuchillos también te tocará, ese grito de
monstruo, esa cama de loco o de tullido se han hecho
para ti. No se puede volver, el dolor eres tú,
y detrás su misterio, y después, la alegrÃa…
Hace falta oxÃgeno para seguir entregado a la vida allá arriba. El aire se enrarece y ya ni siquiera hay sitio para el descanso vegetal o la discontinuidad del sonido. Todo es transparencia vertical y vacÃo
Mi apellido es de piedra, y mi nombre es de piedra,
y mi sangre es de piedra, mi futuro de piedra,
de piedra son los vanos de mi desilusión,
los cabildos urgentes que tratan de mi vida;
mi apellido es de piedra, y mi nombre es de piedra,
y mi sangre es de piedra, mis raÃces de piedra…
…¿Por qué la vida, entonces, nos vende
a la ceniza…?