DIARIO DE VALLADOLID - Miguel Velayos, desgarro y luz en una poesÃa esencial
Empecemos por el final, por los versos que cierran el último poemario de Miguel Velayos (Ãvila, 1978), que acaba de publicar la Editorial Páramo: ‘Ojalá mis palabras sean solo una ofrenda, / y en ellas puedas tú encontrar alimento, / lejÃa y ropa limpia’. Un anhelo para la despedida de un libro que, a la vez, fue su germen, pues el poema se abre con una cita al vate venezolano Rafael Cadenas –‘El arte es ofrenda o vanidad’– que marca el devenir de la obra, presentada ayer por su autor en la LibrerÃa Sandoval.
«Esa sentencia me dejó temblando, porque uno siempre acaba preguntándose desde cuál de esas dos posturas ha estado viviendo», reconoce el autor de A nosotros la lluvia jamás nos pasará (Baile del Sol, 2016) en declaraciones a este diario. A partir de ella, Velayos fue decantando el poemario Ofrenda o Vanidad, buscando la brevedad, la concisión. ‘Desvivirnos al fin, desposeernos, / ofreciendo tan solo el roce de la espiga’, escribe el abulense en Mudéjar. «Ojalá, en algún momento, llegue a esa ofrenda de la sencillez que me harÃa mejor persona», admite el poeta, que reconoce haber hecho en este libro un esfuerzo por lograr un mayor despojamiento al alcanzado en tÃtulos anteriores.
Esa voluntad por llegar a la esencia conecta, para el autor de
Permanencia en el tránsito (Vitruvio, 2011), con la tierra en la que
hunde sus raÃces, con el terreno que condiciona el carácter. «Muchos de
estos poemas están escritos en esta tierra, en Valladolid y en Ãvila.
Hay elementos mesetarios en ellos, como la altura, la nieve, la luz, la
espiga... Yo pertenezco a ese terreno, que en mi caso marca doblemente,
por el arraigo al lugar donde nacÃ, Ãvila, y por la ausencia de muchos
años viviendo fuera», matiza el autor.
Desencanto y luz
Buena parte de Ofrenda o Vanidad trasluce cierta resignación del que se rinde a la evidencia, del que asume que ha llegado el momento de pagar el peaje... ‘La vida es un constante / proceso de derrumbe… / Los años se financian / con nuestra propia sombra’, escribe en El proceso. «Sà se trasluce un cierto desencanto. En parte del libro queda como una reflexión sobre el paso del tiempo que no es extraordinaria de este libro, sino que ya estaba en anteriores poemarios mÃos. No deja de ser uno de los grandes temas de la poesÃa, si no el más importante. Siempre me ha interesado reflexionar sobre las pérdidas y las transformaciones que provoca», admite el autor de Esquelas desde Madrid (UCM, 2004).
‘El parque donde entonces / aprendiste / a besar es hoy un edificio oscuro con franquicias’, lamenta en Piquetas. Escenarios que se empobrecen, promesas de juventud que se pervierten (Con osadÃa), ausencias irreparables (En un recital), el hastÃo ante lo anodino (Tan poco destino)... El horizonte oscuro acaba, sin embargo, filtrando un rayo de luz. ‘Como el vuelo del pájaro. / Los lemas de la vida, / al fin, se tornan leves’, apunta Velayos en Poco, pequeño, casi.
«Pese a que mis libros puedan tener un cierto tono desgarrador, intento que siempre muestren un resquicio a la esperanza, a la dignidad humana, a la confianza en nosotros mismos. Siempre hay enseñanzas y belleza a nuestro lado, sólo hace falta tener la mirada adecuada para verlas. El dÃa a dÃa, para mÃ, está lleno de milagros cotidianos. Una de la misiones de la poesÃa es reeducar la mirada para darnos cuenta de todo lo que hay a nuestro alrededor. Gran parte de mi vida consiste en desaprender unas cosas y recuperar otras», concluye el autor de Identidad de edades (Vitruvio, 2010).