El poeta abulense Miguel Velayos clausuró este martes, en el auditorio abierto que ofrecen los jardines de la Universidad de la Mística y haciendo visibles y muy inteligibles 'Señales de humo', el curso 2022-23 de la Casa de la Poesía Juan de la Cruz, un foro al que llevó, haciendo gala de su habitual originalidad en la puesta escénica, un puñado de los poemas llenos de significado que ha ido repartiendo por los libros que ha publicado hasta el momento.

Emocionado y muy motivado por participar en este foro «de muy alto nivel en el que este año ha habido escritores maravillosos», y acompañando su palabra por «la música de un amigo guitarrista llegado desde Madrid, Alberto Blanco Bohigas», Miguel Velayos ofreció un recital que él mismo definió como «un diálogo entre la palabra y la música, entre la poesía y la guitarra española», un encuentro que concibió como «una especie de viaje en tres niveles distintos».

Repartió el poeta abulense su poesía «en tres bloques», el primero dedicado a «mis poemas más personales, que tienen que ver con la memoria más íntima, más primitiva, con mis primeros recuerdos o mis primeras sensaciones»; el segundo bloque fue el «de la memoria colectiva, formado por poesías que tienen que ver con la mirada compasiva hacia los demás, especialmente a los que están sufriendo más, una poesía de conciencia histórica»; el tercer y último nivel, «aprovechando que estamos en el CITES, en la casa de poesía San Juan de la Cruz, lo llenó la poesía de trascendencia, de mirada elevada o de búsqueda del misterio». 

Aunque «es cierto que toda poesía tiene un carácter de misterio, tiene esa mirada que se eleva, también lo es que esos poemas seleccionados para el tercer bloque están especialmente encaminados a esa dirección de intentar elevarte la mirada; son poemas que intentan ahondar en el misterio de la vida o en el misterio de la trascendencia». 

un diálogo. La selección de ese puñado de poemas recitados ayer de entre los muchos que llenan sus libros, no de todos, la hizo Miguel Velayos pensando en escenificar «un encuentro con un autor y un diálogo con tus propios libros, apostando por esos tres niveles de una poesía mucho más íntima, una poesía más social o más comprometida, y una poesía mucho más trascendente».

Una especial significación tuvo el hecho de que en vez de ofrecer ese recital en un espacio cerrado, como es habitual, lo hiciese en los jardines del Cites, en torno a un árbol, para así sumar a la poesía y a la música el valor metafórico e intenso de la naturaleza. Y teniendo en cuenta que el protagonismo lo compartía con el músico Alberto Blanco, quiso también Miguel Velayos «hacer una puesta en común para dar un poco de estructura al recital, para que él pudiese buscar otros sonidos, otros recovecos musicales más enriquecedores para ambos y más atractivos para el público».